El cambio de chaquetas es una realidad en el acontecer partidista nacional. Todos los grupos políticos compran a los que están a la venta pública. Es una forma de hacer actividades electorales que todos los partidos, todos, llevan a cabo.
La ley electoral dominicana no contempla sanciones para los chaqueteros. La Constitución permite la libre militancia partidista. Sería un absurdo pedir un artículo de la Constitución o la ley electoral, que obligue a una persona a permanecer por siempre en un partido político.
Solo la reciedumbre, y el deseo de compañerismo y compromiso personal de larga data, puede llevar a que no se produzca el cambio de chaquetas. Cualquier político de uñas largas, siempre tiene a mano una camisa nueva, de un color diferente, para el momento que le toque ponérsela.
Son los partidos políticos los que deben tener escuela política, donde enseñen a sus militantes y dirigentes sobre el comportamiento cívico a tener. Ello es una tarea casi imposible, en un país que se rige por las necesidades, y ahí queda la negociación de ir a otro partido. Siempre está de por medio el empleo, una funda de papeletas o cualquier otra facilidad.
Pero hay que pensar en que la política es una ciencia, y no cabe ese cambio de chaquetas que en ocasiones llega a ser repulsivo. Ninguno de los líderes políticos puede levantar la mano y decir ¡Yo Acuso!. Todos son culpables de ese vil negocio de la política, donde hay vendedores y compradores.
La compraventa partidista exige que se eleve el nivel de la discusión, de que se retorne al viejo principio de que lo prioritario es la defensa de la soberanía nacional, el respeto al derecho humano y las libertades generales. Hay que erradicar ese tipo de clientelismo chabacano y perverso
La Junta Central Electoral está incapacitada para aplicar cualquier sanción al chaquetero o al partido que lo atrajo. Si se puede modificar la Ley Electoral, y señalar con claridad quien es el dueño de los puestos electivos, el candidato ganador o el partido.
Nuestra propuesta es que los cargos sean del partido. Si un legislador o alcalde renuncia del partido que lo llevo al poder pequeño, se queda de inmediato sin el cargo, y el grupo político someter una terna para escoger el nuevo titular. Es imposible luchar contra el cambio de chaquetas, no hay leyes que lo impidan y siempre abran vendedores y compradores. ¡Ay!, se me acabó la tinta.