La libre expresión del pensamiento es sacrosanto. Cualquier medida que se tome para controlar una opinión, debe ser muy sopesada. No es el momento para introducir una ley de control de la opinión pública.
Debe estar alejada de unas elecciones, para que pueda ser consensuada y valorada, una ley que dispone controles en la forma de manejar y utilizar los medios de la comunicación social. Creo que es valioso el aporte que hace el presidente Luis Abinader propiciando esa ley de adecentamiento de los medios de comunicación.
Pero la misma no se puede festinar. Tiene que ser llevada a vistas públicas, donde participen todos los sectores de la vida nacional. Desde luego que se le tendrán que hacer modificaciones, pero en sentido realista, es una ley necesaria.
Está el dilema de conciencia si una ley que regula lo que se emita en los medios de comunicación puede llevar a la auto-censura. Cierto, cuando se actúa con el temor de violar un reglamento, el comunicador silencia sus opiniones por temor a represalias, o ser sometido a la justicia.
Es tan delicado el asunto, que aunque respaldo de primera intención ese proyecto sometido por el presidente Abinader, consideró que se debe guardar hasta que pasen las elecciones, y que antes de que sea conocido por el Congreso se debe llamar a vistas públicas.
Lo he dicho de por siempre, la libertad de expresión va camino en la República Dominicana de convertirse en un relajo, zarandeada por irresponsables que utilizan los medios de comunicación para fines personales, para comprar y vender ideas, y para denigrar a sus contrarios.
Para determinar que se viola la ética en un comentario hay qué poner a un censor, que haga la acusación. Sería como un fiscal de control de la opinión pública, y eso es peligroso.
Además, nadie puede garantizar que esa ley pueda abarcar todo el espectro de la comunicación de hoy, donde cualquiera tiene un periódico digital, un canal de internet, o participa en las redes sociales.
¡Cuidadito!, cada acusación tiene que tener un fiscal que le de paso hacia el juez que aplicaría sentencia; da miedo pensar quien sería el censor de las ideas.
Que se controlen los excesos de los medios de comunicación, con los mecanismos que se dispone actualmente, y luego que se discuta una ley que despeje el surgimiento de un censor implacable, que ponga en peligro la libertad de expresión. ¡Ay!, se me acabó la tinta.