Las renuncias de militantes y dirigentes de la oposición y su paso a apoyar el oficialismo a solo un mes de las elecciones, es un hecho que muestra con claridad meridiana como la política dominicana camina por un sendero que cada vez más se está degradando, denigrando y desacreditando.
Ese fenómeno de cambio de chaquetas por oportunismo electoral ha sido una costumbre en los diversos partidos, pero en el actual proceso electoral ha tomado otro nivel. Ha escalado no solo a los tradicionales disidentes de los partidos por decisiones que no comparten, sino que se ha convertido en una estrategia dirigida y orquestada directamente por el partido de gobierno, con todos los recursos que eso implica, orientada a los principales lideres y candidatos de los partidos de oposición.
Eso es algo que nunca había sucedido así. Ya no es solo convencer con recursos efectivos o con pagos de deudas pendientes a candidatos municipales o congresionales ganadores o perdedores de la oposición, sino que se ha llegado al extremo de crear grupos para-políticos, conformado por ex disidentes de los principales partidos opositores, los cuales se encargan de hacerle el trabajo sucio al partido de gobierno.
La renuncia del alcalde Carlos Guzmán al partido opositor Fuerza del Pueblo, después de haber perdido las elecciones en sus intenciones reeleccionistas, muestra lo descarnado del actual proceso del transfuguismo. Su anuncio de que podría ser una pieza del oficialismo para crear otro grupo para-político que se encargará de “convencer” a lideres opositores, es la muestra de la falta de criterio, del abandono de los principios y de la búsqueda de “lo mío”, que lamentablemente está caracterizando el ejercicio actual de la militancia politica.
¿Qué es el transfugismo?
La enciclopedia de economía política define esa actuación de la forma siguiente: “El fenómeno del transfuguismo consiste en que una persona abandona el partido político o la organización en que se encuentra y se incorpora a otra diferente por intereses personales. Es decir, se cambia de fuerza política como parte de una estrategia para conseguir un objetivo mayor”.
El hecho de de que dirigentes o militantes de un partido dominicano se pasen a otro por beneficios personales ha sido casi una norma en todos los procesos electorales. Ese accionar se produjo incluso durante los tiempos de la dictadura trujillista, cuando algunos antiguos luchadores anti-trujilllistas se pasaron al bando de la dictadura ya sea porque fueron comprados con cargos o, en el peor de los casos, porque eran amenazados de muerte.
En la etapa política funesta de los 12 años de gobierno del doctor Balaguer se produjeron casos emblemáticos, desde el punto de vista negativo, de destacados dirigentes del PRD que fueron duramente atacados y maltratados por el gobierno balaguerista, y luego pasaron a ser de los principales defensores de ese régimen conculcador de los derechos humanos. Uno de esos casos fue el del doctor Pablo Rafael Casimiro Castro, un histórico dirigente del PRD, aguerrido combatiente anti-balaguerista, que fue impedido de hablar por los medios de comunicación y que incluso fue objeto de un atentado criminal por parte de las huestes balagueristas que estuvo a punto de costarle la vida y que lo marcó para siempre. Por obra del transfuguismo, a finales de su carrera política, Casimiro Castro se pasó al reformismo y fue funcionario de Balaguer por muchos años.
La esencia del transfuguismo
En sentido general, el transfuguismo se produce no por asuntos ideológicos, sino por situaciones de provecho personal. Todo militante o dirigente político tiene el derecho constitucional de renunciar al partido que pertenece e irse a otro. Pero son raros los casos en la política dominicana, sobretodo en tiempos de proceso electorales, donde alguna figura importante de un partido se vaya a otro partido por diferencias de ideología o de visión programática.
Solamente en la izquierda revolucionaria dominicana en las décadas de los 60, 70, 80 y hasta los 90, se produjeron renuncias importantes de algunos dirigentes de partidos progresistas que abandonaban las organizaciones en que militaban y se iban a otra fuerza de izquierda por diferencias ideológicas. En esos casos no se puede hablar de transfuguismo pues no habían cuestiones de dinero o de beneficios personales. La izquieda dominicana nunca fue un puente para hacer rico o beneficiar económicamente a ningún dirigente, pues la motivación del ejercicio político era alcanzar el poder para producir los cambios revolucionarios necesarios en la sociedad.
El transfuguismo, un cáncer en la política
En la actualidad, el proceso del transfuguismo se han convertido en un cáncer que corroe cada vez más y más la verdadera esencia del ejercicio político. Es algo propio de los partidos del sistema, los llamados partidos tradicionales, o los que no tienen ideología de cambio revolucionario. Y se ha dado, básicamente, entre los principales partidos del sistema que han gobernado la República Dominicana desde 1966 hasta la actualidad: el Partido Reformista, el PRD y el PLD. A ellos tres ahora se suman ahora el PRM, que es una división del PRD que lo ha superado, y la Fuerza del Pueblo, que es una división del PLD que pretende superarlo.
El transfuguismo es básicamente impulsado por el partido que está en el gobierno, pues como maneja el presupuesto del país, tiene todas las posibilidades de “convencer y/o entenderse” con los dirigentes o representantes congresionales o municipales de los partidos de oposición. Por eso, en la actualidad vemos como el PRM y el gobierno están en una cacería de militantes, dirigentes, alcaldes, ex alcaldes y cualquier candidato de los partidos de la oposición en toda la geografía nacional.
Si bien es cierto que en los gobierno balagueristas y peledeístas se dieron casos muy sonados y lamentables de transfuguismo, no es menos cierto que el actual gobierno del PRM y el presidente Abinader han superado con creces las actuaciones de los anteriores gobiernos. La presente administración y el PRM se han convertido en verdaderos “caza-talentos” de tránsfugas políticos que abren sus oídos y sus bolsillos a los contudentes y gruesos argumentos que los oficilialistas les cantan llenos de sinfonías mercuriales.
Y es que en los actuales momentos el nivel que alcanza el transfuguismo es mucho mayor porque no existen criterios ideológicos, no importan los fundamentos programáticos, no se toman en consideración la posición de los partidos frente a los diversos probelemas nacionales, para dar el tránsito de un partido a otro. Solo importa lo que se ofrece para beneficio de quienes dan el paso, ya sea con prebendas en el presente o con promesas de cargos en el futuro.
Casos que sorprenden y dan pena
En el actual panorama electoral se han producido casos de transfuguismo que a muchos nos sorprenden y nos dan mucha pena. La renuncia de Carlos Guzmán primero al PLD en 2020 y esta semana a la FP, en ambos casos quedándose con el puesto de Alcalde, es algo lamentable y vergonzoso. La renuncia de Julio César Valentín del PLD y el inexplicable papel que está jugando su organización en la captación de tránsfugas, es algo que sorprende y da pena.
Lo mismo puede decirse de Rafael Hidalgo en Azua, de Cholitín en Higuey, del Mello en Pedro Brand, de Junior Santos en Los Alcarrizos, de María Mercedes Fernández en Bonao, de Víctor Suarez en Santiago, de Lupe Núñez en San Francisco de Macorís, de Guarocuya Cabral en Moca, Enmanuelle Escaño en Salcedo, todos esos casos y otros más, provocan sorpresa, dan pena y dan vergüenza.
Ante esa ola de tranfusguismo, el ex presidente y líder de la FP, Leonel Fernández, ha dicho que estamos atravesando “la época de la dinerocracia”. El ex presidente de la República, lider y presidente del PLD, Danilo Medina, ha sido más agresivo y duro al decir lo siguiente: “El que quiera ir, que se vaya, pues quien se vende no sirve para nadie. Quienes abandonan el PLD y la oposición en estos momentos no es por principios, lo hacen porque se venden al gobierno”. Y esa es una gran verdad.