Considerar que Abel Martínez ha sido el peor candidato en la historia de un partido mayoritario en la República Dominicana es una subestimación. No se trata únicamente del paupérrimo 10% que obtuvo en las elecciones del pasado 19 de mayo. Otros candidatos, como Roque "el cobrador" o Carlos Peña, que obtuvieron menos del 2%, lograron resultados más favorables en comparación. La diferencia crucial es que Abel Martínez inició su carrera electoral con un prometedor 34% en las encuestas post primarias. Perder 25 puntos porcentuales durante la campaña es un récord sin precedentes en la historia electoral dominicana, posicionándolo como el peor desempeño y candidato presidencial de un partido mayoritario.
La victoria de Martínez en la candidatura del 26 de octubre de 2022 reveló la faceta de un hombre arrogante y pedante, con quien era difícil trabajar. Martínez se consideraba omnisciente y no escuchaba a nadie. Su primer error estratégico fue la inacción absoluta en los primeros 100 días posteriores a las primarias de su partido, dejando el campo libre a su principal contendiente, el doctor Leonel Fernández, quien aprovechó esta inacción para ganar terreno. No se realizaron encuentros, reuniones de planificación, formación de equipos, ni diseño de un plan. Tampoco se llevaron a cabo estudios de investigación para entender al electorado de esta nueva era y cómo alcanzarlo. Su negativa a reunirse con los dirigentes de su propio partido fue otra causa significativa de su estrepitoso fracaso.
La actitud vaga y la falta de compromiso de Martínez también jugaron un papel crucial en el desastroso resultado del PLD. Mientras los candidatos, el presidente Luis Abinader y el expresidente Fernández, trabajaban incansablemente, Abel Martínez dirigía su campaña con una falta de energía evidente. Operaba como si su campaña fuera una oficina burocrática, abriendo a las 10 am y cerrando a las 4 pm, en lugar de estar disponible y trabajando las 24 horas del día.
Martínez condujo su campaña sin un plan estratégico, sin una estrategia de alcance y consolidación, sin comprender los procesos, y sin rodearse de un equipo de profesionales. Además, se resistió a entender que sus tres mejores aliados eran el expresidente Danilo Medina, por sus logros; la exvicepresidenta Margarita Cedeño, por su alta simpatía entre el electorado; y el precandidato Francisco Domínguez Brito, quien representaba la integridad del PLD ante la sociedad. Sin embargo, los mantuvo alejados, y por eso nunca se les vio juntos en la campaña.
Desconectado totalmente de los símbolos del partido, de los colores, de la estrella amarilla y de la base que le dio la victoria en las primarias, Martínez cambió de línea gráfica y slogan nueve veces durante su campaña, lo cual contribuyó a su desconexión con el electorado general.
Para ilustrar el desastre que representó Abel Martínez como candidato presidencial del PLD, basta con revisar algunos datos: Todos los candidatos a senador del PLD, exceptuando los de Santiago y La Romana, obtuvieron más votos en sus demarcaciones que Martínez a nivel nacional. En Santiago, el candidato a alcalde duplicó en votos en febrero lo que Martínez obtuvo en mayo. Incluso Antonio Taveras, uno de los senadores del PRM que ganó con el menor porcentaje de votos, obtuvo 50,000 votos más en la provincia Santo Domingo que Abel Martínez en todo el país.
No cabe duda de que Abel Martínez ha sido el peor desastre que ha enfrentado el PLD en su historia reciente. Su desempeño no solo hundió sus aspiraciones presidenciales, sino que dejó al partido en un estado de vulnerabilidad sin precedentes, obligándolo a replantear su estrategia y liderazgo para futuras contiendas electorales.