Las elecciones recién celebradas deben mover a la reflexión a todo el conglomera nacional. Los que se llevaron el triunfo y los que mordieron el sabor amargo y doloroso de la derrota. Ahora, con el reflujo de masas que se presenta, hay que pasar revista a los métodos usados, y evitar seguir con acciones contrarias al designio de las masas.
La oposición tiene que hacer revisiones profundas. La costumbre en el país es que después que pasa la ronda de votaciones vienen las acusaciones de fraude, que en la mayoría de las ocasiones solo sirven para tapar el sufrimiento de la derrota.
Fue contundente la victoria del presidente Abinader. No se logró la unidad de las fuerzas opositores, ni tampoco lograr una profunda sintonía con el pueblo. Lástima que dos partidos fuertes, aunque divididos, no supieran captar el momento histórico que les caía encima
El pasado desenlace electoral abre desde ya la puerta a una nueva generación, no será de relevo total, sino que la sangre nueva comenzará a fluir, y hay que esperar los resultados. Los jóvenes, por circunstancias históricas, seguirán dependiendo de los viejos robles, al menos por un tiempecito. Tiene que darse el acto del adiós, de la pensión, de esos añejos dirigentes.
Al gobierno hay que darle los cien días, yo preferiría que fuera el primer año. Eso serviría de recomposición en las filas opositoras, y abrir la bandera de la concertación al gobierno. Pero, no se olvide, que las asperezas de los enfrentamientos, a veces acallan voluntades.
El gobierno necesita esa tregua entre caballeros, cuando se está a cuatro años de las próximas elecciones. Hay ahora mismo un panorama nuevo, con coyunturas que no han comenzado a trisarse, por lo que manda el librito del partidismos, mojarse con agua fría la cabeza caliente y esperar.
El maestro de la guerra, Sun Sut, señala que al enemigo hay que echarle un paso de diamantes, para que se retire en paz y restaure sus heridos, ya conocedor de que perdió y sus fuerzas vivas le abandonan. El romancero español destaca tender un puente de plata al enemigo que está en retirada.
Fue este el proceso electoral más tranquilo y limpio de los años que ejerzo el periodismo. Nada de sangre o violencia en torno a los encuentros de masas, y acatamiento inmediato de la derrota y el triunfo, sin mayores muestras de una agonía tormentosa, o la euforia desborda del ¡ya gané!. ¡Ay!, se me acabó la tinta.