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Los imperios y las ONG internacionales regularmente no tienen prisa. Sus funcionarios no trabajan a destajo.
El plan que tienen contra la dominicanidad, tácticamente, lo han ralentizado y le han bajado el volumen al mínimo. Ni se siente ni se oye, aunque sigue avanzando a pasos constantes, lentos pero seguros.
La estrategia es que en vez de bullosos centros de refugiados instantáneos con miles de haitianos concentrados en lugares pequeños y específicos donde se notará mucho su presencia, decidieron invadir todo el territorio con un sistema similar al de las guerrillas. Nada de enfrentamientos, escaramuzas que no se noten, o que cuando nos demos cuenta, ya sea demasiado tarde para revertirlas.
Al tiempo que nos mantienen a la defensiva con sus infundadas e injustas denuncias internacionales como las más recientes de Amnistía Internacional.
Primero fue la invasión del útero, ya esa parte está en pleno proceso y lo hemos aceptado. Los vecinos de occidente comenzaron a invadir los centros hospitalarios y los han tomado. Ya no son solo las parturientas. Se expandieron a los servicios médicos generales. Se habla de que, en los principales centros de tratamiento traumatológicos, como los hospitales Dr. Darío Contreras, el Doctor Ney Arias Lora y otros, la mayoría de los pacientes son haitianos accidentados en choques de motocicletas, pues ya ellos son los dueños del moto concho y van camino a apoderarse del transporte público en general.
Ausencia de dominicanos
Del trabajo agrícola y el de la construcción no vale la pena hablar pues en esas áreas es casi imposible encontrar un dominicano, los sacaron empujándolos con sueldos de miseria. La industria turística va por el mismo camino.
En el sistema educativo la complicidad de las autoridades es harto evidente. Han llegado al colmo de modificar nuestro currículo estudiantil desde la primaria, ya que es mucho más fácil moldear la tierna mente de los niños.
Comenzaron a variar la historia sustituyendo a Juan Pablo Duarte por Toussaint Louverture y a negar la existencia de” Quisqueya”, madre de todas las tierras, e insistir en que todo nuestro territorio se llamaba Haití o Ayití. Obviando que ya en el 1537, o sea, 267 años antes de que surgiera la República de Haití ya en esta isla, la española, existía un pueblo integrado por criollos blancos, negros, mulatos, sambos y mestizos, con un idioma, religión, gastronomía y costumbres comunes que hasta tenían la universidad Santo Tomás de Aquino, cien años antes que la famosa Harvard que se fundó en el 1636 en Cambridge, Massachusetts.
Pero, parece que el giro de caderas que le dieron a la historia no es suficiente para concientizar a nuestros imberbes estudiantes y ahora están llenando nuestras aulas de niños haitianos ilegales, registrados como criollos y negándole la inscripción en nuestras escuelas públicas a los verdaderos estudiantes dominicanos. El flamante ministro de educación acaba de anunciar, como un gran logro, que le van a dar US$500.00 a las familias dominicanas para que busquen espacios en entidades educativas privadas. ¡A ese grado de irresponsabilidad hemos llegado!
La fusión va sin prisas y sin pausas, se va a tomar un poquito más de tiempo, pero se logrará sutilmente, sin tirar ni siquiera un tiro con una pistolita de mixtos.
Es imposible producir lágrimas sin glándulas lagrimales, pero, viendo este desafuero antipatriótico, por parte de nuestras autoridades, es muy fácil imaginarse a Duarte, Sánchez, Mella, Luperón y todos esos patriotas y patricias que dieron sus vidas por esta nación, llorando de pena, de tristeza, y sobre todo de frustración e impotencia ante esta voluntaria entrega de nuestra nacionalidad a los herederos de los filisteos que ellos combatieron y por lo cual ofrendaron el máximo sacrificio.
Nos resistimos a aceptar que Quisqueya, la indómita y brava,” el David del Caribe”, se deje despojar de su patria sin tirar ni siquiera una piedra con una honda. ¡Carajo!
