
Santo Domingo Un 9 de marzo de 1817, cuando en el seno de una familia humilde pero de firmes ideales patrios, nacía Francisco del Rosario Sánchez. Un hombre que, con el paso de los años, se consagraría como uno de los pilares fundamentales de la Independencia Dominicana, hombro con hombro con otros grandes como Juan Pablo Duarte y Matías Ramón Mella.
Desde su más temprana infancia, la semilla del amor a la patria germinó en su corazón. Hijo de Narciso Sánchez Ramona y Olaya del Rosario de Belén Fernández, Francisco fue el primogénito de una numerosa familia que crecería con un propósito común: la libertad.
La figura de su madre, fuerte y decidida, junto al amor de su padre, que participó activamente en los movimientos contra la ocupación haitiana, infundieron en él un ardor patriótico que jamás se apagaría.
Su formación, guiada por la mano sabia de su madre y luego por el cura peruano Gaspar Hernández, que supo inculcarle no solo el conocimiento, sino también el fervor nacionalista, le permitió formarse como un autodidacta.
Dominaba con destreza el francés y el latín, dos lenguas que reforzaban su ya impresionante cultura, además de adquirir un vasto conocimiento en el derecho, campo en el que se destacó como un brillante abogado. Francisco del Rosario Sánchez se destacó por ser un estratega político y un líder que inspiraba lealtad.
A lo largo de su vida, Sánchez construyó una familia que, al igual que él, dejó huella en la historia de la República Dominicana. Fue padre de varios hijos con distintas mujeres, entre ellas Felícita Martínez, María Evarista Hinojosa, Leoncia Leydes Rodríguez y Mercedes Pembrén Chevalier. Su matrimonio con Balbina de Peña Pérez en 1849, con quien tuvo a Juan Francisco y Manuel de Jesús, sería otro de los momentos trascendentales de su vida, dejando un legado que perduraría a través de las generaciones.
El espíritu indomable de Sánchez no pasó desapercibido en los momentos de mayor adversidad para la República. Cuando Duarte se exilió en Curazao en 1843, ante la amenaza de ser apresado por las autoridades haitianas, Sánchez asumió con valentía la dirección del movimiento independentista La Trinitaria, que había sido fundado por Duarte.
En enero de 1844, con la isla al borde de la ruptura, Sánchez redactó un manifiesto que se convirtió en la proclamación de la unidad nacional, una fuerza irresistible que sería la semilla de la Independencia. El 24 de febrero de ese mismo año, fue nombrado comandante de armas, con el rango de coronel, por los miembros de La Trinitaria. Su figura se erguía como el ejemplo de valor y determinación, dispuesto a entregar su vida por la causa de la libertad.
«Digan a todo el mundo que yo soy la Bandera Nacional, la Bandera Dominicana» «Mi patria está vendida. Esto basta». «Diga a los dominicanos que muero con la patria y por la patria, y a mi familia que no quiera vengar mi muerte»
Su valentía y sacrificio fueron inquebrantables, la lucha contra la anexión y las políticas de Pedro Santana le llevaron al exilio, primero en Curazao y luego en el extranjero. No obstante, su espíritu jamás flaqueó.
Regresó al país, pero la traición, el desdén y las luchas internas lo condujeron a la tragedia. El 4 de julio de 1861, tras ser capturado por las fuerzas opuestas a la causa, Francisco del Rosario Sánchez fue fusilado en San Juan, dejando una huella imborrable en la historia de la nación.
Francisco del Rosario Sánchez no solo fue un hombre de armas, sino también un ideólogo, un patriota incansable, un estratega que entendió que la libertad no se conquista sin sacrificio.