A 128 años de su muerte, Gregorio Luperón, emblema de la soberanía dominicana

En una mañana cargada de historia y memoria, la República Dominicana honra hoy el legado inmortal del general Gregorio Luperón, al cumplirse 128 años de su fallecimiento. Más que una efeméride, esta fecha convoca al país entero a mirar hacia sus raíces, a ese crisol de valor, principios y sacrificio que dio forma a la nación dominicana.

Nacido el 8 de septiembre de 1839 en Puerto Plata, Gregorio Luperón emergió desde la juventud como una fuerza indomable, dotado de una firmeza de carácter que contrastaba con la humildad de sus orígenes.

Fue un autodidacta tenaz, amante de la libertad y decidido a pelear por ella, incluso cuando el precio era el exilio o la muerte. Su ascenso desde las filas populares hasta convertirse en general de la Guerra de la Restauración no fue solo militar: fue también moral, ético y profundamente patriótico.

Durante la gesta restauradora, cuando la nación pendía de un hilo frente a la anexión a España, Luperón se convirtió en espada y escudo del pueblo.

Con apenas 22 años, ya comandaba batallas decisivas, no solo con pólvora, sino con la convicción de quien sabe que la libertad es un derecho sagrado e innegociable. Su liderazgo natural, su carisma y su capacidad estratégica lo consagraron como uno de los pilares de la victoria restauradora de 1865.

Pero su heroísmo no terminó allí. En años posteriores, cuando otros amenazaban con entregar la soberanía dominicana por interés o ambición, como los intentos de Buenaventura Báez por arrendar la bahía de Samaná o anexar el país a los Estados Unidos—, Luperón volvió al frente, esta vez desde el mar, con su famosa expedición en el vapor El Telégrafo. Aunque el intento no tuvo éxito militar, encendió nuevamente la llama del nacionalismo y de la resistencia en todo el país.

Fue también presidente provisional en 1879, impulsando reformas liberales y sembrando ideas de democracia y desarrollo en una república joven, golpeada por el caudillismo y la inestabilidad. Desde allí, y más tarde como diplomático en Europa, no cesó en su empeño por construir una nación digna, independiente y próspera.

En sus últimos años, ya gravemente enfermo, Luperón se encontraba en el exilio, enfrentado al régimen dictatorial de Ulises Heureaux. Pero en un acto de reconciliación y con la serenidad del deber cumplido, regresó a su amada Puerto Plata, donde falleció el 21 de mayo de 1897.

Hoy, más de un siglo después, Gregorio Luperón no es solo un nombre en la historia: es un faro moral. Su vida representa la lucha por la libertad, la justicia y la soberanía. Es el héroe que no buscó gloria, sino patria; que no se doblegó ante el poder, sino que lo enfrentó con la fuerza de sus ideales. En las calles que llevan su nombre, en las aulas donde se estudia su vida y en el corazón del pueblo dominicano, su ejemplo sigue vivo.