Acusan a Occidente de doble moral ante violaciones internacionales: Israel, Irán y el caso haitiano en el centro del debate

En un artículo reciente publicado en el medio digital AyiboPost, se lanza una crítica contundente contra la comunidad internacional, especialmente las potencias occidentales, por su supuesto doble rasero en la aplicación de principios legales y éticos globales. El articulo señala a Israel como ejemplo de un Estado que ostenta el récord mundial de violaciones a las resoluciones de las Naciones Unidas, sin enfrentar consecuencias reales debido a su cercanía con Estados Unidos y otras potencias aliadas.

Asimismo menciona que el presidente francés Emmanuel Macron reconoció públicamente la falta de base legal en el ataque estadounidense contra Irán, pero —según el autor— se abstuvo de profundizar en el tema, reflejando una diplomacia selectiva. Esta omisión sería, para el autor, prueba de cómo los "principios universales" solo se invocan cuando conviene descalificar a enemigos, mientras se ignoran en el caso de aliados estratégicos.

La denuncia central gira en torno a la incoherencia moral y política de los países occidentales, que condenan golpes de Estado en unos lugares y los promueven en otros; que arrestan a comediantes por chistes, pero dan voz a ideólogos del racismo en medios de comunicación; que exigen democracia formal sin garantizar elecciones reales, como en el caso haitiano bajo el liderazgo del primer ministro Ariel Henry y el Consejo Presidencial de Transición (CPT), cuya legitimidad es puesta en duda.

“No existe un principio de verdad humana, solo intereses y retórica que no convencen”, denuncia el artículo, que también se pregunta: ¿Qué significa realmente votar, elegir, si no se tiene control sobre el destino del país ni sobre quién lo gobierna?

El texto, cargado de referencias filosóficas, como la célebre frase de Robespierre —“Que perezcan las colonias antes que un principio”—, denuncia lo que considera una traición de gran parte de la izquierda global, que se ha acercado peligrosamente a las posturas de derecha, abandonando sus principios fundacionales.

Se destaca un fenómeno creciente en regiones como África y América Latina: lo que llama “desobediencia epistémica”, una forma de rebelión intelectual y política contra la imposición de normas y estructuras de poder diseñadas por las élites globales.

La crítica va más allá de lo político y legal: pone en tela de juicio el papel de las élites haitianas, a quienes acusa de servilismo ante potencias extranjeras, mientras el pueblo sufre violencia, hambre y desesperanza. En este contexto, el autor plantea que Haití no podrá avanzar hasta que se atreva a cuestionar la legitimidad del sistema internacional que hoy lo mantiene oprimido.