
Santo Domingo. – En el corazón del Caribe, La Hispaniola, la segunda isla más grande de la región, detrás de Cuba, es hoy el hogar de más de 20 millones de personas.
Compartida por Haití y República Dominicana, este pedazo de tierra de apenas 76,000 kilómetros cuadrados vive una presión creciente: la población no deja de crecer, la pobreza se expande y el cambio climático agrava cada uno de sus problemas.
Una isla, dos países, un mismo desafío
Aunque comparten el territorio, Haití y República Dominicana enfrentan realidades profundamente distintas.
La República Dominicana, con más de 10 millones de habitantes, ha mostrado avances importantes en infraestructura, turismo y economía. Haití, en cambio, vive una situación crítica, alrededor del 60% de sus más de 10 millones de ciudadanos viven bajo el umbral de la pobreza, y una gran parte carece de acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad y atención médica.
Pero el desafío de fondo no distingue banderas, La Hispaniola se encamina a tener cerca de 25 millones de habitantes para el año 2030, según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Según estimaciones de organismos regionales, un crecimiento poblacional que, sin planificación adecuada ni inversión social sostenida, amenaza con sobrepasar las capacidades de ambos países.
Superpoblación, pobreza y recursos al límite
La presión demográfica ya se siente en las principales ciudades. En Santo Domingo, el tránsito, la contaminación y el acceso desigual a la vivienda reflejan una capital que crece más rápido de lo que puede sostenerse.
En Puerto Príncipe, los asentamientos informales se expanden en colinas inestables, muchas veces sin servicios básicos y expuestos a deslaves o inundaciones.
La sobrepoblación no solo pone en jaque los sistemas de salud, educación y empleo. También ejerce una presión brutal sobre los recursos naturales. Haití ha perdido casi todos sus bosques; la deforestación para leña o carbón vegetal ha dejado al país vulnerable a huracanes y sequías. En República Dominicana, la expansión urbana y el turismo mal planificado amenazan zonas protegidas, ríos y ecosistemas costeros.
El cambio climático: una amenaza multiplicada
A todo esto, se suma el impacto del cambio climático. La isla es especialmente vulnerable a tormentas intensas, huracanes, sequías prolongadas y un aumento en el nivel del mar. Las zonas costeras donde habita gran parte de la población, y que albergan también infraestructura turística y agrícola, podrían quedar bajo el agua en pocas décadas.
Las proyecciones no son alentadoras: si las tendencias actuales continúan, tanto Haití como República Dominicana enfrentarán crisis hídricas, pérdidas agrícolas masivas y desplazamientos internos de miles de personas por desastres naturales o degradación ambiental.
Es un cóctel explosivo, donde la pobreza y la falta de oportunidades empujan a miles a migrar o a sobrevivir como puedan.
¿Hay salida?
Expertos coinciden en que aún hay tiempo para actuar, pero no mucho. Es necesario invertir en educación sexual y reproductiva, planificación urbana, agricultura sostenible, energías limpias y protección de ecosistemas.
Además, urge fortalecer las instituciones, garantizar derechos básicos y fomentar la cooperación entre ambos países, más allá de los conflictos históricos o las diferencias políticas.
También se requiere el apoyo internacional. No se trata solo de ayuda humanitaria puntual, sino de compromisos reales con el desarrollo sostenible, la resiliencia climática y la justicia social en una isla que, aunque dividida por una frontera, comparte el mismo destino.
Una isla que clama por equilibrio
En un artículo publicado por el Dinero, en marzo de 2017, el estadista egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Francisco Cáceres, entiende que la Hispaniola no puede cargar sola con el peso de la historia, la pobreza y el clima. Su gente, trabajadora, resiliente y llena de esperanza, necesita que se le escuche, se le apoye y se le mire no como un problema, sino como parte de la solución.