
En una jugada que reconfigura el tablero económico mundial, China ha anunciado un conjunto de restricciones sobre la exportación de minerales de tierras raras, esenciales para la fabricación de chips, automóviles eléctricos, misiles y otros productos tecnológicos, una medida que, según analistas, busca contrarrestar las políticas de control impuestas por Estados Unidos en los últimos años.
De acuerdo con The New York Times, la decisión de Pekín llega tras tres años en los que Washington ha ejercido un vasto poder regulador para impedir que empresas de cualquier parte del mundo suministren a China chips informáticos avanzados o las herramientas necesarias para producirlos. Funcionarios estadounidenses justificaron esas medidas como necesarias para impedir que China tome la delantera en el desarrollo de inteligencia artificial.
Sin embargo, las nuevas normas chinas —que entrarán en vigor a finales de año— dejan claro que, como señala el diario neoyorquino, “dos pueden jugar ese juego”. Pekín exigirá licencias para la exportación y comercialización de estos minerales, incluso cuando los productos finales se fabriquen fuera de su territorio, lo que ha generado alarma en gobiernos y empresas de todo el mundo.
Con su dominio sobre la producción de tierras raras, China posee ahora un poderoso instrumento para influir en la economía global. “Estados Unidos debe aceptar que se enfrenta a un adversario que puede amenazar sectores sustanciales de su economía”, advirtió Henry Farrell, politólogo de la Escuela Johns Hopkins.
Las repercusiones fueron inmediatas. El presidente Donald Trump amenazó con imponer un arancel adicional del 100 % sobre las importaciones chinas a partir del 1 de noviembre si Pekín no revierte sus medidas. Tras la caída de los mercados, Trump aseguró en redes sociales que “todo estará bien”, aunque posteriormente endureció su discurso y consideró incluso restringir las importaciones de aceite de cocina chino.
Según The New York Times, el gobierno estadounidense se vio sorprendido por la contundencia de la respuesta china. Analistas señalan que las nuevas normas podrían paralizar industrias clave en Estados Unidos y sus aliados, al tiempo que refuerzan la posición negociadora de Pekín en medio de una frágil tregua comercial.
China, por su parte, argumenta que su respuesta es coherente ante las crecientes presiones de Washington. “Estados Unidos habla de compromiso mientras recurre a la intimidación y a los aranceles”, dijo Lin Jian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino.
Los expertos advierten que el nuevo sistema de licencias de exportación podría tener consecuencias mucho más amplias que los controles estadounidenses sobre los chips, afectando prácticamente a toda la industria tecnológica mundial. “El resto del mundo está alarmado por lo lejos que China está dispuesta a llegar para trastocar la cadena de suministro global”, afirmó Xiaomeng Lu, director del Eurasia Group.
Chris Miller, profesor de la Universidad de Tufts y autor de La guerra de los chips, advirtió que la medida de Pekín podría forzar a Estados Unidos y a otros países a acelerar la creación de cadenas de suministro alternativas, aunque esto tomará años.
Mientras tanto, China parece haber aprendido a “jugar el mismo juego, pero mejor”, en palabras de Henry Farrell. En una economía interdependiente, ambos gigantes compiten ahora por controlar los recursos que alimentan la tecnología del futuro.