
La tensión entre Colombia y Estados Unidos continúa en aumento tras la inclusión del presidente Gustavo Petro en la Lista Clinton, medida que ha generado un profundo malestar en el Gobierno. En medio de esta crisis, el mandatario colombiano lanzó una advertencia directa a Washington, sugiriendo la posibilidad de adquirir aviones de combate rusos si la presión política y financiera de Estados Unidos persiste.
En un pronunciamiento reciente, Petro aseguró que el Gobierno norteamericano estaría actuando en represalia por la decisión de su administración de no adquirir aviones F-16 usados ofrecidos por Estados Unidos. “El tema de la rabia de funcionarios del Gobierno estadounidense, en primer lugar, parece ser que no compré los F-16 de tercera mano que me ofreció”, declaró el jefe de Estado, subrayando que su elección por los cazas Gripen de origen sueco obedeció a criterios técnicos, legales y de transparencia.
“La ley colombiana me permite hacer esta negociación. Que sepa, Suecia no es un país terrorista ni los dueños de Gripen son narcotraficantes”, puntualizó Petro, en una clara defensa de la legitimidad del proceso que llevó a la selección del avión de combate sueco Saab Gripen E/F como reemplazo de los Kfir de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC).
Durante su discurso, el mandatario también evocó el caso del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, afirmando que “lo intentaron criminalizar por lo mismo”, en referencia a los intentos de sectores internacionales por desacreditar procesos de compra o decisiones de soberanía nacional. Petro enfatizó que la negociación con Suecia se desarrolló de manera completamente transparente y dentro del marco de la ley, sin irregularidades ni presiones indebidas.
Sin embargo, la advertencia más contundente del presidente colombiano llegó al final de su intervención: “Que no me obliguen a comprar, entonces, aviones rusos”. Esta frase, interpretada por analistas como una respuesta política más que una amenaza técnica, refleja el creciente distanciamiento entre Bogotá y Washington en materia de defensa y cooperación estratégica.
La Lista Clinton
El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, había anunciado que el contrato para la compra de los aviones Gripen sería firmado durante la primera semana de noviembre, marcando un hito en la modernización de la Fuerza Aeroespacial Colombiana. No obstante, fuentes cercanas al proceso advierten que la reciente inclusión del presidente Petro en la Lista Clinton podría generar contratiempos administrativos y diplomáticos que afecten el cronograma previsto.
Por la "Lista Clinton" se conoce el registro oficial de sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, creado en 1995 bajo la presidencia de Bill Clinton para combatir el narcotráfico, el lavado de activos y otras actividades ilegales. Estados Unidos ha añadido a Colombia y a varias figuras relevantes (incluido el presidente Gustavo Petro y parte de su círculo cercano) al listado por considerar que han facilitado, promovido o no han combatido suficientemente el narcotráfico y el crimen organizado.
Estar en la Lista Clinton supone un aislamiento financiero internacional: los activos bajo jurisdicción estadounidense quedan bloqueados y las personas o entidades sancionadas no pueden realizar transacciones con bancos ni empresas estadounidenses, extendiéndose frecuentemente a bancos globales que operan en dólares o tienen relaciones con EEUU. Además, tienen prohibido recibir ayudas financieras, abrir cuentas bancarias, usar tarjetas internacionales y participar en el comercio exterior con empresas de países aliados.
Impacto en la compra de los Gripen
Todo ello podría complicar los procedimientos financieros asociados al contrato por aviones de combate para la Fuerza Aérea de Colombia con la empresa sueca Saab, dado que parte de las transacciones y garantías podrían requerir avales del sistema financiero estadounidense.
El Gripen E/F, desarrollado por Saab en cooperación con Brasil, fue seleccionado por Colombia tras un largo proceso de evaluación que enfrentó a varias propuestas, entre ellas los F-16 de Lockheed Martin y los Rafale de Dassault Aviation. La elección del caza sueco fue interpretada como un giro estratégico hacia una mayor autonomía tecnológica y diversificación de proveedores, especialmente en un contexto de tensiones geopolíticas.
No obstante, la actual crisis política entre Bogotá y Washington podría complicar este esfuerzo. De persistir la inclusión de Petro en la Lista Clinton, la ejecución del contrato podría retrasarse o incluso ser objeto de revisión por parte de las entidades financieras internacionales involucradas.
En este escenario, la advertencia del presidente, “no me obliguen a comprar aviones rusos”, cobra un nuevo matiz: más que una amenaza, se convierte en una manifestación de soberanía frente a la presión externa. Aun así, la posibilidad de que Colombia recurra a proveedores rusos se considera altamente improbable, dado el contexto de sanciones internacionales y las incompatibilidades logísticas con los sistemas actuales de la Fuerza Aérea.
Por ahora, la atención se centra en las próximas semanas, cuando se sabrá si el gobierno logra concretar el histórico contrato con Saab o si la crisis diplomática con Estados Unidos interrumpe uno de los programas de defensa más ambiciosos de los últimos años en Colombia.