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  • Por: Luís R. Decamps
  • viernes 22 diciembre, 2023

El panorama político de hoy

Un examen objetivo del panorama político actual de la República Dominicana, ya
definidos los perfiles y alcances de la “Alianza Opositora Rescate RD” y aun ésta
tratando de legitimar su viabilidad sobre todo en deudas sociales cuyo saldo continúa en
trance por sus hondas y complejas raíces (históricas, estructurales o exógenas), indica
que las fuerzas que encabeza el presidente Luis Abinader están ventajosamente bien
situadas de cara a los procesos electorales del año venidero.


Ciertamente, aunque en el PRM están pendientes de encaramiento varios temas
interiores (como la elección de algunas candidaturas o la redefinición de la cúpula de su
armaduría político-electoral), en el país parecen existir escasas dudas respecto a tres
cosas puntuales: que el presidente Abinader sigue gozando de una inmensa popularidad,
que su partido ha experimentado un crecimiento exponencial en estructuras y simpatías,
y que sobre estas bases se ha compactado en su rededor una poderosa coalición nacional
que parece estar operando como factor de canalización y consolidación de una
contundente victoria comicial.


La más reciente encuesta hecha pública por RCC Media (7 de noviembre, bajo la marca
Gallup) ha indicado que el 56.3 por ciento de los dominicanos quiere que el PRM se
mantenga gobernando, contra un 40.5 que desea un cambio y un 3.1 que no sabe o no
respondió. Más aún: el 55.2 por ciento de los encuestados dijo que votaría por los
candidatos del PRM, el 27.4 por los de la FP, el 13.5 por los del PLD, el 1.9 por
ninguno y el 1.8 manifestó no saber o no respondió. En cuanto a la percepción, los
números son los siguientes: el 68.4 por ciento cree que las elecciones se decidirán en
primera vuelta, y el 69.4 cree que el presidente Abinader obtendrá más de la mitad de
los votos, mientras que el el 21.3 dice que será el expresidente Fernández y el 7.1
Martínez.


Y todo apunta, valga la insistencia, hacia un elemento central: la fortaleza del liderazgo
social y la inmejorable imagen nacional e internacional del presidente Abinader (patente
tanto en estudios de opinión criollos como extranjeros), al constituirse ante el
imaginario colectivo en garantías inequívocas del no retorno al infortunado pasado
peledeísta encarnado ahora en la alianza opositora, son realidades que han dado pie a la
creencia generalizada de que el PRM saldrá airoso en las próximas consultas ciudadanas
y, más específicamente, a la convicción casi unánime entre los analistas y observadores
políticos de que la reelección de aquel está asegurada en una primera vuelta.


Recordémoslo de manera más precisa: el presidente Abinader ha desarrollado una
gestión de gobierno tan exitosa (tanto a escala local como en su política exterior) y ha
revolucionado de tal forma el ejercicio de la presidencia de la república (con su
inusitado dinamismo personal, su plural eficiencia, su presencia directa en las
comunidades, su pragmatismo político, su defensa de nuestra soberanía y su
extraordinario sentido de responsabilidad como estadista), que no solo sigue siendo por
mucho el líder de mayor aceptación nacional, sino que también se ha mantenido a lo
largo de todo su mandato como uno de los gobernantes con mejor valoración de
América.

En cambio, la alianza opositora, que en su momento fue anunciada de manera ruidosa y
con optimistas aires de triunfalismo, no acaba de precisar su contorno político (sigue
siendo un pacto acabado para las elecciones municipales, pero incierto para las
presidenciales y legislativas por una cuestión de choque estratégico de los liderazgos), y
las investigaciones de intención de voto revelan que si bien podría quedar bien
posicionada en latitudes muy específicas y contadas, no ha crecido lo suficiente (ni tiene
expectativas realistas de hacerlo) como para evitar la victoria del PRM en los comicios
de febrero de 2024 y, mucho menos, de sus candidatos congresuales o la del presidente
Abinader en las de mayo del mismo año.


La cuestión es simple: las alianzas son un ejercicio táctico válido y saludable en la
democracia (e inclusive a veces imprescindibles en los sistemas de balotaje y en los
regímenes parlamentarios), y teóricamente su conformación (en tanto sumatoria de
sectores políticos y plataforma para la gestoría de impacto psico-político) debe
expresarse en avance, progresión y acercamiento al triunfo, pero en realidad estos
últimos dependen en gran medida de la fortaleza de los integrantes, el tipo de imagen
pública que posean y/o su capacidad para crecer e influir en su favor sobre el
electorado. Y, justamente, de todo eso es que carece la alianza opositora hasta el
momento en que se escriben estas líneas.


Y es que, para comenzar por algún lado, la situación del PLD (que es una sólida
organización, pero que tiene inhabilitado constitucionalmente a su mejor activo político)
sigue generado más dudas que certidumbres: pese a tener un candidato presidencial
relativamente fresco y con una imagen de buen administrador municipal, aún no parece
arrancar como opción nacional viable (tanto la apreciación pública como las encuestas
lo sitúan en un lejano tercer lugar de las preferencias ciudadanas) y luce como un
ensayo localista de Santiago (ni siquiera de la provincia o de la región cibaeña) que
todavía no tiene suficientes bases de apoyo en el Distrito Nacional y en el resto del país.


Además, es un secreto a voces que el PLD es actualmente la entidad política más
desprestigiada del país, y no sólo porque varios de sus más importantes dirigentes o
funcionarios del pasado reciente están siendo objeto de graves imputaciones penales (o
de precisos cuestionamientos administrativos) y su imagen como organización ha
experimentado un gran deterioro ético ante la mirada ciudadana, sino también porque
sus antiguos conmilitones leonelistas han logrado arrebatarle a figuras señeras de su
liderato (nacional, congresual y municipal) y a que presenta notables y dañosas fisuras
en su cúpula dirigencial de cara al presente y el futuro inmediato.


En cuanto a la Fuerza del Pueblo (FP), se trata de una entidad orgánicamente débil y
con un liderazgo municipal comparativamente en ciernes, pero que tiene como líder a
una figura de gran trayectoria y proyección nacionales, el expresidente Fernández,
cuyas probabilidades de crecimiento frente a los procesos comiciales del año entrante
son, sin embargo, bastante limitadas (fuera del ámbito de sus antiguos compañeros o de
algunos círculos conservadores de poca monta electoral) debido a que ha ejercido el
poder durante tres períodos constitucionales y sólo puede exhibir como realizaciones
tangibles algunas obras cuyo acometimiento no resiste el más mínimo escrutinio ético.


En adición a ello, y acaso por lo dicho arriba, los muestreos revelan que el líder de la
FP, pese a que en los últimos tiempos se ha posicionado mejor que el candidato del

PLD en términos de preferencias electorales, tiene una altísima tasa de rechazo social, y
la pobreza de su discurso de campaña es tal (aparentemente ha renunciado a la
“conceptualización”) que a estas alturas (fines del año 2023) continúa haciendo los
mismos reclamos, cuestionamientos y promesas que hiciera en las campañas
eleccionarias de 1996, 2000 y 2008, en un ejercicio verbal de circularidad histórica que
pudiera significar una de dos cosas: o se ha dejado ganar por la demagogia vulgar o cree
que la sociedad dominicana está llena de tontos y desmemoriados.


(Aunque en un modelo de balotaje todo voto es importante, no se hablará aquí del PRD
ni de los restantes partidos que conforman la alianza opositora por lo sabido: como se
trata de minúsculas entidades que han estado orbitando alrededor del PLD o del
expresidente Fernández en los últimos dos procesos electorales, y sus aportes han sido
verdaderamente nimios en este sentido, no parece que sus sufragios tengan posibilidad
de disminuir considerablemente la brecha existente actualmente entren los candidatos ni
que puedan alterar los proyectados resultados de una primera vuelta).


En suma: si bien resultan entendibles las últimas manifestaciones de alborozo de los
integrantes de la alianza opositora porque han logrado armar candidaturas comunes en
múltiples lugares del país, el panorama político de este final del año, calibrado a la luz
de los estudios de preferencias electorales y de la percepción más extendida en nuestra
sociedad, no luce favorable para ellos sino, y con distancias abismales, para la coalición
que encabezan el PRM y el presidente Abinader.


Esa es la verdad monda y lironda de hoy, y todo lo otro es mero subjetivismo (que en
política significa confundir los deseos con la realidad) o lastimero ejercicio de
fanatismo (el peor enemigo de la razón política y la certeza de enfoque estratégico).
(*) El autor es abogado y politólogo
[email protected]

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