EL VATICANO.- Aún convaleciente de un virus gripal el Papa Francisco ha advertido que “los Obispos no se compran en el mercado, es Cristo quien los elige” en el curso de una audiencia concedida en a los miembros del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Patriarcal de Cilicia de los Armenios.
En un discurso cuya lectura, al igual que en la audiencia general, ha leído Mons. Filippo Ciampanelli por encargo del Papa, debido a su estado de salud, el Pontífice ha señalado que los nuevos sucesores de los apóstoles “no deben ser elegidos según las simpatías o tendencias de cada uno”, al tiempo que ha pedido evitar a los “arribistas”.
“Debéis tener mucho cuidado con los hombres que tienen ‘olfato para los negocios’ o con los que ‘siempre tienen la maleta en la mano’, dejando huérfano al pueblo”, ha alertado el Papa Francisco a lo que ha añadido: “Un obispo que ve su Eparquía como un lugar de paso a otra más ‘prestigiosa’ olvida que está casado con la Iglesia y corre el riesgo -permítaseme la expresión- de cometer ‘adulterio pastoral’”.
El Papa ha animado al episcopado armenio a ser “una aurora llamada a irradiar la profecía cristiana en un mundo que a menudo prefiere la oscuridad del odio, la división, la violencia y la venganza”, con el encargo de velar de manera especial por los pobres “mostrándoles el ejemplo de una vida evangélica, lejos de la pompa de las riquezas y de la arrogancia del poder”.
El Santo Padre también ha añadido otra recomendación sobre un aspecto que considera “prioritario”: “Rezar mucho, también para conservar ese orden interior que permite trabajar en armonía, discerniendo las prioridades del Evangelio, las queridas por el Señor”.
A propósito de la pastoral vocacional, el Papa Francisco ha subrayado la necesidad de que los seminaristas y los que se forman en la vida religiosa estén “bien enraizados en una auténtica vida cristiana, lejos de cualquier ‘psicología principesca’”.
En referencia a los sacerdotes, en especial los más jóvenes, el Papa estima que requieren “la cercanía de los Pastores, que fomenten entre ellos la comunión fraterna, para que no se desanimen ante las dificultades y día tras día sean cada vez más dóciles a la creatividad del Espíritu Santo, para servir al Pueblo de Dios con la alegría de la caridad, no con la rigidez y la repetitividad estéril de los burócratas”.
Al final de su discurso, el Papa ha recordado “en particular a todos los que huyen de Nagorno-Karabaj”, región en la que se libra una disputa territorial y en la que viven 120.000 cristianos de origen armenio.
El Pontífice argumentó que “la Primera Guerra Mundial debía ser la última, y los Estados se agruparon en la Sociedad de Naciones, ‘primicia’ de las Naciones Unidas, pensando que eso bastaba para preservar el don de la paz”.
“Sin embargo, desde entonces, cuántos conflictos y masacres, siempre trágicos y siempre inútiles”, lamentó.