En un mensaje dirigido a unos tres mil migrantes que se encuentran en un centro de acogida en Lajas Blancas, Panamá, el papa Francisco recordó: “yo también soy hijo de migrantes que salieron en búsqueda de un mejor porvenir. Hubo momentos en que ellos se quedaron sin nada, hasta pasar hambre; con las manos vacías, pero el corazón lleno de esperanza”.
En el marco de la reunión ‘Pascua con nuestros hermanos migrantes. Encuentro de Obispos de frontera de Colombia y Costa Rica y Obispos de Panamá‘, que se realiza en Panamá del 19 al 22 de marzo, los obispos llegaron al campamento Lajas Blancas, donde hay alrededor de tres mil migrantes, a quienes el Papa dirigió su mensaje, en el que les pidió no tener “miedo de mirar a los demás a los ojos porque no son un descarte, sino que también forman parte de la familia humana y de la familia de los hijos de Dios”.
Si bien expresó su deseo por “estar ahora acompañándoles personalmente”, agradeció a sus hermanos obispos y agentes de pastoral “que me representan ante ustedes: ellos son el rostro de una Iglesia madre que marcha con sus hijos e hijas, en los que descubre el rostro de Cristo y, como la Verónica, con cariño, brinda alivio y esperanza en el viacrucis de la migración”.
A estos últimos agradeció su compromiso “con nuestros hermanos y hermanas migrantes que representan la carne sufriente de Cristo, cuando se ven forzados a abandonar su tierra, a enfrentarse a los riesgos y a las tribulaciones de un camino duro, al no encontrar otra salida”.
Finalmente reiteró: “Hermanos y hermanas migrantes, no se olviden nunca de su dignidad humana. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Y por favor, no se olviden de rezar por mí”.