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  • Por: Agencias
  • lunes 20 mayo, 2024

De la cuadriplejia a las inmensas ganas de vivir: La historia del pintor venezolano Luis Zorrilla

Un instante cambió dramáticamente la historia del venezolano Luis Zorrilla, un joven trabajador, deportista, amante del baloncesto, la pintura, los animales y la naturaleza. Era el 17 de julio de 2010 y tenía apenas 24 años de edad.

"Fue uno de los días más felices de mi vida, toda mi familia estaba disfrutando", contó Luis a RT sobre el viaje en autobús hacia las playas de Higuerote, estado Miranda, en las costas centrales de Venezuela.

Pero todo cambió cuando decidieron salir de la playa para ir al río 'Las Morochas', en la localidad de Barlovento. Al llegar ahí, después de 30 minutos, una mala jugada dio un giro inesperado a la vida de Luis.

Con 1,92 metros de altura, Luis se acercó al río y notó un pozo en el que creyó que se podía lanzar. La algarabía no lo dejó percatarse de la poca profundidad que había en el lugar y se zambulló de cabeza.

Inmóvil pero consciente de todo

Cuando Luis iba en el aire notó que el suelo del río estaba muy cerca y para no pegar su rostro al fondo, movió su cuello bruscamente —como un latigazo— y se fracturó la columna cervical C5.

"Estuve un rato flotando en el agua porque quedé inmóvil, no había perdido la noción y estaba consciente de todo lo que pasaba, podía abrir y cerrar los ojos bajo el agua, pero no podía levantar el cuello y estaba flotando boca abajo aguantando la respiración".

Luis cuenta que estuvo así por "mucho tiempo" hasta que su familia vio que el río se lo llevaba. "Ellos pensaban que estaba bromeando, pero como no reaccionaba me sacaron y me sentaron en una silla, me preguntaban qué pasaba, yo no podía ni hablar, estaba en shock".

De inmediato lo trasladaron a una clínica en Caracas donde lo operaron de emergencia y le insertaron una lámina de titanio entre la cervical 4 y 6 para poder sostener la 5 que quedó fracturada.

Estuvo en terapia intensiva por varios días. Los médicos probaron sus reacciones en extremidades pero no sentía nada en piernas, brazos y dedos. "Mi diagnóstico fue cuadriplejia. Lo más sorprendente es que nunca me puse a llorar, no caí en depresión, porque tuve el apoyo de familiares y amigos que me visitaron, y siempre fui optimista".

"Postrado en cama para siempre"

El médico dijo que Luis iba a quedar postrado en cama para siempre. Sin embargo, un neurólogo fue más optimista e indicó que podía recuperar parte de su movilidad con terapia.

"Hice de todo, cámara hiperbárica, células madres, fui al Hospital del Mar y a un centro de rehabilitación. En este último, la doctora fue más dura y dijo que la terapia me iba a servir solo para mantener el físico y que ya no volvería a caminar".

Aquella sentencia la escuchó junto a su madre. "Aguanté por dentro, fue una sensación horrible". Sin embargo, siguió en algunas terapias que eran sumamente costosas y en las que requería apoyo de otra persona para moverse.

La empresa para la que Luis trabajaba era Helados EFE, parte de una de las compañías privadas más grandes del país. Los patronos le pagaron las sesiones de terapia por unos meses pero no lo ayudaron más porque su lesión no fue producto de un accidente laboral.

Sin embargo, lo mantuvieron en nómina por dos años hasta que le cesaron el contrato. En ese momento Luis sumó otra preocupación, ya no podía aportar económicamente a su familia, su madre y sus dos hijas: Nicole y Nitzui, quienes actualmente tienen 17 y 14 años y para entonces eran muy niñas.

Antes de su fractura, Luis estudiaba tercer semestre de Educación Física en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) de Caracas y contaba con una beca de baloncesto. "Fue uno de los sueños que se me truncaron", dijo. Antes, intentó estudiar Administración pero no le gustaba.

"Me sentía poco útil"

En 2008, previo al accidente, comenzó a dibujar retratos para sus amigos del trabajo, quienes le pedían que hiciera a sus hijos en forma realista, una práctica que sin saberlo sería clave para su vida.

Cuando iba a trabajar, siempre pasaba frente a un taller de arte que exhibía retratos y pinturas realistas que lo atraían. Un día decidió entrar para preguntar por los cursos pero eran muy costosos.

Sin embargo, aquellas obras lo impresionaron y se quedó con las ganas de pintar inspirado en esas imágenes. Así comenzó a dibujar a lápiz para imitar lo que veía a diario en las vitrinas de ese taller.

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