Este Viernes Santo, cientos de feligreses en la República Dominicana se volcaron a las calles para participar en el tradicional Viacrucis viviente, una conmovedora representación de la pasión y muerte de Jesucristo que se convirtió en mucho más que una expresión religiosa: fue también un espacio de denuncia, reflexión y esperanza.
Desde tempranas horas, diversas parroquias organizaron procesiones por calles y barrios del país, donde los participantes recorrieron las 14 estaciones que simbolizan el camino de Cristo al Calvario. Cada paso estuvo marcado por el fervor y la meditación, pero también por la realidad que vive gran parte de la población.
En sectores populares de Santo Domingo como Guachupita, Los Guandules y La Ciénaga, el Viacrucis fue vivido intensamente: los fieles recordaron el sacrificio de Cristo mientras meditaban sobre las "cruces" cotidianas que enfrentan sus comunidades, como la inseguridad, la pobreza, el alto costo de la vida y la precariedad de los servicios básicos.
Un llamado a la conciencia colectiva
Niños, jóvenes y adultos dramatizaron las escenas bíblicas, mientras ancianos acompañaban el recorrido en actitud de oración. Las calles se transformaron en templos al aire libre, donde la fe se mezcló con la necesidad urgente de cambio social.
Las autoridades eclesiásticas destacaron el valor del Viacrucis como un acto de profunda espiritualidad, pero también como un grito de unidad, solidaridad y paz ante los desafíos que golpean al país.
“No se trata solo de recordar el dolor de Jesús, sino de ver en ese sufrimiento el reflejo de los más vulnerables de nuestra sociedad”, expresó uno de los sacerdotes al cierre de la jornada.