“Todo esto parece el final – o al menos el principio del final de la Política con P mayúscula, en nuestro mundo contemporáneo.
La política clásica siempre se asociaba al poder de convertir problemas privados en cuestiones públicas, así como el poder de interiorizar cuestiones públicas y transformarlas en asuntos privados e, incluso, existenciales. Hoy este mecanismo político está desfasado. Lo que nosotros, en nuestra política posmoderna, tratamos como cuestiones públicas muy a menudo son problemas privados de figuras públicas”. (Zygmunt Bauman: Ceguera moral).
Los entresijos y telarañas en el poder político en la sociedad dominicana son inconmensurables, cuasi indescriptibles de tan prolijo su alcance y manifestaciones. Acusan una complejidad, no por los hechos en sí mismos, sino por las llamaradas de fuego que se expanden al no encontrar los cauces nodales del marco institucional en que se anidan las decisiones.
El poder, en todas sus dimensiones: económico, religioso, social, político, ha estado marcado por la llanta fecunda del autoritarismo, difuminado en la antorcha del conservadurismo más atroz. Trujillo encarna, a 63 años de su tiranicidio, la fragua de la ideología del poder.
Esos entresijos y telarañas del poder hacen que la sociedad política, esto es, el gobernante de turno, tenga más poder, en términos de la ramificación del impacto de sus decisiones, que los presidentes de los Estados Unidos de América y de China continental.
Desde la órbita del poder económico, la clase empresarial, esto es, la burguesía en todas sus fracciones, a la muerte de Trujillo asumió el poder político y fracasó. Luego, conspiró contra Bosch y volvieron al poder, y de nuevo fracasaron. Tuvieron que aliarse con Joaquín Balaguer, quien mantuvo al Estado dominicano con una autonomía muy relativa, desde el ejercicio del poder. Desarrolló la burguesía, creó las condiciones generales de la producción, empero, con la fisonomía de los poderes bifurcados, en aras de evitar la miopía y ceguera de una burguesía sumamente rentista.
A partir de 1978 los entresijos del poder y las telarañas, aceleraron su ocultación, sus dificultades y sus enredos, donde el proceso de anomia institucional, de institucionalidad, acogotó la velocidad y el interés colectivo. Los entresijos y telarañas en el poder político, en nuestra formación social, hacen que los problemas de hace 30 años sigan gravitando en el escenario societal como fósforo en el presente.
Es lo que va permeando la degradación del poder, lo que desfigura la razón vital de la política como antena de políticas públicas. Porque el poder, como señala Moisés Naim en su libro El Fin del Poder “es la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos o individuos, dicho de otra forma, el poder es aquello con lo que logramos que otros tengan conductas que, de otro modo, no habrían adoptado”.
Es parte de la naturaleza humana la esencia del poder, que como muy bien decía el sabio Aristóteles está configurado en la riqueza, las amistades, la estela del poder político. En la dirección del Estado dominicano, con tres momentos, acusan una diferenciación desde 1978-1986: una gestión difuminada, sin visión del Estado mismo. 1986-1996: una autonomía, donde la burguesía se expande con fuerte concentración en la superestructura. En ese interregno se dan grandes transformaciones que no hemos tenido en la sociedad (Código Laboral, Código Tributario).
El Estado bonapartista siguió siendo la egida de Balaguer con una clara decantación del poder económico: facilidades y creación de leyes a su favor, sin embargo, los oía y al final, él asumía todo el peso de las decisiones políticas.
A partir de 1996 la clase empresarial comenzó a tener una fuerte incidencia en el Estado dominicano. No conozco una sociedad democrática donde la burguesía incida de manera tan significativa en la dirección del Estado e incluso, en las decisiones donde se van a nombrar personas como funcionarios.
De cómo operan en las incidencias de formulaciones de leyes para su aprobación, hasta la fuerte presencia en la determinación de quienes serán los hacedores de políticas públicas. Allí radica el monto de la parte que le toca a los partidos del establishment y de cómo se determina la cantidad a “invertir en las campañas”.
Los entresijos y telarañas del poder en este tránsito, han de clarificarse, diferenciarse del rol de cada instancia entre el poder económico y el poder político, esto es, una realización desde el Estado en función de los intereses de la sociedad toda y no que este juegue solo como un articulador, como un ente moderador de las fracciones de los actores económicos.
No puede ser solamente un amortiguador de los distintos intereses de la clase dominante, ha de levantarse por encima de los intereses corpóreos, particulares, para asumir una agenda que nos coloque realmente como la “séptima economía de la región”, no solo en su PIB sino en la esfera de la distribución de la riqueza y en el combate de la terrible aporofobia que nos caracteriza como sociedad.
Se advierte en nuestro país la desafección con los partidos políticos. La mayoría no ha leído lo que señala Gallup/RCC Media con respecto a las causas de la abstención porque una franja de los dominicanos no fue a votar. 54% dijo que desconfía en los partidos, desinterés y descontento. Por lo tanto, no fue aquella leyenda urbana de poca imaginación de que hubo una inducción a la abstención. Los datos de la prestigiosa firma encuestadora vuelven a solidificar que los datos matan los relatos. Veamos lo registrado:
1) No tenía deseos/ ánimos 22.9%.
2) Dificultades para ir a votar 15.3%.
3) No tenía simpatía por ninguno de los candidatos 13.3%.
4) Temas de salud/enfermedad 11.0%.
5) No vota en el lugar que vive 10.7%.
6) No tenía cédula. 8.5%.
7) Tenía trabajo, le tocó trabajar. 7.4%.
8) No me gusta votar. 4.7%.
9) No tenía dinero y no le dieron. 4.1%.
10) No salió en el Padrón. 1.6%.
11) Estaba de viaje/fuera del país 0.5%.
Más adelante está el cuadro que trata de hurgar las razones del nivel de abstención, nos encontramos, para solo citar 4 ítems:
a) Descontento con todos los partidos 20.0%.
b) Desconfianza 15.4%.
c) No tenía interés 7.7%.
d) Poca conciencia. 7.4%.
Es ahí la erosión a la democracia, de cómo los actores políticos no están conexionando con la ciudadanía, no están interpretando sus necesidades y sus sueños. No están siendo válidos en el proceso de interactuación e interlocución. Es así como la democracia de papel, famélica que tenemos se puede drenar en los próximos 3 a 5 años, si los que ganan las elecciones no asumen una nueva forma de gobernar y de dejar atrás un Estado enclaustrado en la elite económica.
Los entresijos y telarañas, con los componentes locales, hoy son difíciles, empero, con valentía y fuerte voluntad política se puede trascender el poder por el poder mismo. Es una asunción de trascender para la historia. Desmadejar esos entresijos coadyuvaría desde ya, a disminuir los riesgos políticos que se ciernen en América Latina y el Caribe. En el Informe de Riesgo Político América Latina 2024, señala 10 grandes retos para la región:
1) Inseguridad, crimen organizado y narcotráfico.
2) Aumento de corrupción e impunidad.
3) Desafección democrática, avance del populismo y autoritarismo.
4) Gobernabilidad bajo presión y rápida pérdida de apoyo de los mandatarios.
5) Aumento de flujos migratorios.
6) Radicalización de las protestas sociales.
7) Inestabilidad internacional.
8) Deterioro del clima de negocios.
9) Impacto de la tecnología (Inteligencia artificial, redes sociales, ciberamenazas) en la política.
10) Vulnerabilidad frente al cambio climático.
El informe resalta la gran incertidumbre y volatilidad geopolítica y económica que hay en el horizonte. Asumen, ya, lo que el Foro Económico Global subrayaba, estamos en presencia de una policrisis. El panorama internacional nos yugula con una cadena en el cuello, que propiciará más crisis de gobernabilidad y en consecuencia más fragilidad, que traerá consigo una onda explosiva de conflictividad social.
Acometer las reformas con valentía, con visión de futuro, con la combinación sabia de aunar esfuerzos en el presente, en una perspectiva halagüeña de futuro. Es lo que anhelamos después de todo, en un país pequeño, que lo tiene todo. Solo falta más y mejor inclusión social, más peso del poder institucional y reformas estructurales, sin miedo al presente.