En el 2015 en un viaje por la ruta 95 sur, me sorprendió la cantidad de anglosajones jóvenes integrados a trabajo de sobrevivencia y le comenté a mi acompañante que esas personas votarían por Trump, pues sin duda, sus padres no tenían perspectiva de mejoría y acenso social, tal como le sucedió a sus padres o abuelos.
El nivel de vida del estadounidense promedio ha tenido una reducción sustancial, a tal grado que las aspiraciones de tener un empleo seguro y de calidad, comprar un carro y una casa, vacacionar con la familia normalmente y tener un retiro digno, hoy son quimeras, producto de los cambios económicos y la priorización de la economía de servicios, convirtiendo a los países asiáticos en el gran suplidor de bienes que hasta el 1990, eran proveídos por los nativos.
Para esta reflexión con relación al proceso electoral Kamala vs Trump, necesito poner en contexto la genesis de una de las etapas de la crisis norteamericana y para tal fin me auxilio de Pablo Pozzi y Pablo Nigra en su trabajo ¿El fin de la globalización? estos analistas establecen: “Dos eventos reflejan la decadencia estadounidense durante las últimas tres décadas: el primero es la elección del Barack Obama, primer presidente negro en Estados Unidos y el segundo, el colapso de la economía estadounidense y mundial en septiembre 2008. Indiscutiblemente ambos hechos están vinculados, Obama no habría sido electo sin la crisis económica y la crisis solo puede ser remediada modificando los ejes centrales de la política económica desarrollada desde la presidencia de Ronald Reagan”.
Partiendo del pensamiento “progresista” que representaba Obama en campaña, muchos economistas “esperaban un retorno al keynesianismo el Estado de bienestar social” y eso no sucedió y la frustración de las clases trabajadora y media, creció exponencialmente.
Dicen los autores Pozza y Nigra que “En promedio, Estados Unidos perdió 14 mil empleos diarios desde el i de septiembre de 2008. Entre esas fechas y las fiestas de fin de año, casi tres millones de estadounidenses se encontraron sin trabajo, agregándose a las filas de millones de desempleados que había generado el gobierno de Bush”.
Para diciembre 2008, analistas de diferentes corrientes, entendían que el desempleo rondaba el 12.5%, tomando como referencia los aplicantes del seguro de desempleo del momento.
Recordamos que, para esta fecha, hubo una contracción en los ingresos de los estados, producto de la reducción en el consumo de los ciudadanos y consecuentemente la baja en el pago de los impuestos a la venta, que es una fuente básica de ingreso local, lo que obligó a muchos estados a modificar sus presupuestos y reducir los programas de redistribución del dinero público.
El cuadro descrito no ha mejorado desde el 2008, según los reportes, tenemos un desempleo que ronda el 4% y para establecer esta cifra, el departamento de labor toma como referencia otra vez, los reclamos del seguro de desempleo, pero los expertos llaman la atención respecto a la validez de esta fuente pues el seguro solo se proporciona por seis meses y luego el desempleado debe arreglárselas como Dios le ayude y otro punto tiene que ver con que los “nuevos” trabajos no pagan lo suficiente como para que una familia se sustente y que si ciertamente ese ejercito laboral puede tener un trabajo, las condiciones de precariedad son evidentes.
Es frente a esta realidad que nos abocamos a las elecciones del 5 de noviembre 2024 y ninguna de las campañas presidenciales están tocando el fondo de la realidad económica y más bien están apelando a sentimientos (no razonamientos) ajenos a estos lo que empobrece a amplios sectores estadounidenses.
Yo esperaba que la campaña de kamala Harris, se plantera una discusión seria frente a los “ejes centrales de la política económica” que deben ser modificados para dar respuesta a la necesidad de las clases trabajadora y media, lo que incluye indefectiblemente a los migrantes. Sin embargo, la campaña Harris, ha tomado distancia de una política económica que reoriente esos ejes y de una ley migratoria justa que incorpore a la economía un valioso grupo de trabajadores que contribuirían a la recuperación del seguro social aportando los fondos necesarios que eviten o prorroguen, su colapso, proyectado para los próximos años, producto de que la sociedad envejece y son menos quienes aportan al fondo común que es el seguro social.
De Donald Trump, no espero propuestas para los trabajadores porque este candidato representa los intereses mas conservadores y su propuesta económica no es producto del pensamiento razonal, sino mas bien, de sus percepciones y basado en la vieja visión de la primera revolución industrial, desconociendo que ya arribamos a la cuarta.
No se puede establecer con certeza quien ganara las elecciones sin embargo es bueno acotar que, si las razones que han profundizado la crisis en los últimos 30 años no cambian, la sociedad norteamericana se ira mas a los extremos y no se puede garantizar títere con cabeza. El tema va más allá del candidato que llegue a casa blanca, a mi juicio, se trata de los sectores políticos económicos no electos y hegemónicos puedan olfatear la profundidad de la crisis y sobre esa realidad, se propongan un giro que devuelva la fe y la tranquilidad a las familias no importa origen étnico o racial.